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martes, 26 de abril de 2011

GUERRA DE SEXOS


Un amigo del concurso de relatos cortos de la Universidad de Murcia, me hizo ver el otro día algo en lo que yo nunca había reparado. Las revistas femeninas están llenas de consejos, advertencias y estrategias sobre cómo mejorar las relaciones de las mujeres con los hombres. Las masculinas, en cambio, hablan de cómo mejorar los bíceps… También de cuál es el mejor restaurante del momento, qué loción evita la caída del pelo y cómo vestir sexy; pero de temas sentimentales, ni una línea (se ve que somos montunos hasta para exponer nuestros sentimientos).

Para hacerme el interesante podría citar ahora al inefable Byron, pero prefiero tomar el camino de la Antropología: según esta ciencia, lo que sucede es que a las mujeres les gusta hablar de sus sentimientos y a los hombres nos horroriza. Dice la doctora Brizendine, cuyo libro El cerebro femenino está batiendo récords, (me lo recomendo mi hermana, que sabe que me encantan todos esos temas) segun el libro en cuestion , dice que vosotras hablais tres veces más que los hombres. De hecho, utilizais 20.000 palabras por día y los hombres, apenas 7.000 (claro que yo soy la excepcion). Hasta aquí todos los expertos están de acuerdo, pero después surgen las diferencias, porque mientras Brizendine asegura que hablar es «casi tan placentero como el sexo», otra famosa especialista, no recuerdo el nombre, opina que con dar la lata a vuestro hombre con eso de que hay que ‘hablar’ los problemas lo único que conseguis es debilitar los lazos que os unen. Su libro se llama, muy adecuadamente, La solución es no-hablar. Hablar o no hablar, ésa es la cuestión, pero mientras decidimos a qué bando apuntarnos, he aquí otro punto en el que están de acuerdo las dos autoras. Las mujeres deberiais entrenarnos en comprender que los silencios masculinos en ningún caso son señal de rechazo o repudio. «No es que no nos quieran –aclara Brizendine–, simplemente están siendo muy varoniles.» Otra cosa que sorprende mucho a las mujeres y que también hay que recordar siempre, según estas sabias estudiosas, es que la cabeza masculina funciona de manera diferente de la vuestra. Por ejemplo, cuando observais a un hombre sentado con la mirada perdida en el infinito y, preocupadas, le preguntais en qué está pensando, la contestación más habitual es «en nada». «No es posible –pensais inmediatamente vosotras–, os está mintiendo, ¿qué le pasará? ¿Estará enfermo?, ¿preocupado?, ¿deprimido?» Y la respuesta a tan terribles incertidumbres es «no». Ese hombre no está pensando en nada, algo inaudito para vosotras, que siempre estais dale que dale al cerebro, pero es así.

Este tipo de diferencias es el que hace que unas y otros no nos entendamos. Personalmente, como no soy de pocas palabras, no me importa que los hombres que tengo cerca lo sean también, pero me resulta incomprensible, en cambio, eso de que piensen «en nada» o que rehúyan hablar de los problemas cuando los hay. Sin embargo, para ese escapismo sentimental, también tiene explicación la doctora Brizendine: la testosterona, según ella, reduce la parte del cerebro que se ocupa de registrar las palabras emocionales. En otras palabras: el hombre no registra esas 13.000 palabras que nos separan. Uf, qué alivio para vosotras, pienso yo, así que no nos hacemos el sordo, algunas veces somos sordos.

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