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viernes, 25 de febrero de 2011

DELICADEZA

Es curioso lo imprevisible que es el ser humano, pasamos nuestra existencia complicandonos la vida, buscando reconocimiento, prestigio, honor y fortuna.
Son las 12 de la mañana de este precioso viernes, otro 25 de febrero que deja su marca en mi piel y me anuncia que ya mismo, el azahar invadirá sin piedad mi preciosa Murcia.
Tal y como se llama mi post, hoy quiero invitaros a usar esa palabra tan olvidada, tan obsoleta y arrinconada por todos, LA DELICADEZA.
Esa palabra anuncia un sentimiento cada vez mas complicado de conseguir. Todos nosotros pasamos muchos días, semanas e incluso meses, sin recibir un guiño de cariño de nuestros semejantes. Son etapas dificiles, donde el calor humano se esfuma y la vida se resume en el dura lucha por la supervivencia.
Para los que tengáis un poquito de tiempo os invito a leer a una de la poetisas que mejor describió la delicadeza "ROSEANA MURRAY" y aquí os dejo unos poquitos versos...

El alma es invisible
Un ángel es invisible
El viento es invisible
Y así y todo
Con delicadeza
Se puede entrever el alma
Se puede adivinar el ángel
Se puede sentir el viento
Se puede cambiar el mundo
Con algunos pensamientos

Ser delicados incluso con vosotros mismos, se siente alma libre.

Un DELICADO  y feliz fin de semana

ANGEL

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domingo, 6 de febrero de 2011

CUANTO MAS TE AGACHAS, MAS SE TE VE EL CULO

Envidias a aquellos hombres y mujeres que son capaces de mantenerse la distancia, con la ayuda de la palabra, a los hambrientos de cultura, groseros y burdos lacayos del buen estar.
Angel.
 


Hay días en que ya no aspiras en absoluto a que cambie el mundo -a estas alturas sabes que no hay más cera que la que arde- sino sólo a que ese mundo te dé por saco lo menos posible. A quedarte fuera, si puedes, o al margen, y que todo lo que te molesta o te importa un carajo, que son unas cuantas cosas, venga a rozarte lo imprescindible; como cuando, antiguamente, los duelistas a pistola se ponían de perfil para ofrecer menos blanco al adversario. Días en que envidias a aquellos capaces de mantenerse a distancia con la ayuda elegante de un florete honorable, de un libro, de una actitud o de una idea, en medio de tanto bellaco que viene a contarte sus batallas, a declamarte versos propios y ajenos, o a tirar mondas de naranja en mitad de la calle

Hoy fue uno de esos días de que les hablo, y empezó precisamente con las mondas de naranja. Conducía yo mi programita de radio, no sin quitar tiempo de mi vida, que es costosa, a precio de oro; cuando resbale con una monda de naranja, el tipo en cuestión me lo supuse con zapatillas de tenis sobre el salpicadero, pelando naranjas y se comía los gajos, deshaciéndose de las mondas por el método más natural y espontáneo: dejarlas caer a la calle. Lo miré, me miró, se volvió un poco a su compañero (o compañeros) como para comentarles… ¡qué estará mirando ese gilipollas!, y siguió tirando mondas como si tal cosa., a la espera de que yo, no pudiera ponerme en pie y así, jocosamente tomar posesión de mi emisión

Y ahora viene la pregunta. Los porqués. O la reflexión. A esa chusma que cruzó por mi vida en el breve espacio tiempo no hay forma de prohibirles que salgan a la calle, naturalmente. Tienen derecho a frecuentar lugares públicos, ir al cine, entrar en restaurantes, viajar en metro o en autobús. Tienen derecho a vivir. Tienen derecho a radiar. Y no sólo eso, sino que el mundo gira cada vez más en torno a ellos, se adapta a sus gustos y costumbres. Ellos pagan con el dinero de su trabajo, ellos mandan, ellos educan; hasta el punto de que, poco a poco, ese ellos termina convirtiéndose en nosotros. Con nuestras mondas de naranja y nuestros escupitajos y nuestros espatarres. Y en semejante panorama, mantener disciplinas, actitudes exteriores que reflejen y apoyen una actitud moral distinta, no sólo es un acto anticuado, inútil, sino socialmente peligroso. Sitúa a quien lo ejercita en la mala coyuntura de pasar por un reaccionario, por un tiquismiquis gruñón. Por un antiguo y un perfecto gilipollas.


Total… que nos pasamos siglos y siglos educando al ser humano, intentando no perjudicar a los demás, queriendo sentirnos relajados, con las piernas abiertas y al final, descubres que maldita la falta que nos hace, si total, esta gentuza, esta chusma social, siempre estará ligada a nuestra vida.